El hornero
Silvia Rodríguez Paz, en su libro Leyendas, palabras y letras entrerrianas rescata la siguiente leyenda: el amor nuevamente aparece entre una muchacha cantora y un cazador. Éste debía desempeñar varias pruebas para ingresar a la adultez dentro de su tribu. Después de vencer en las carreras a pie y a nado hizo el ayuno de nueve días bajo diversas capas de cuero. Cuando pasaron los días y los jueces de la tribu retiraron las pieles “comprobaron que se había vuelto un pájaro”. “La muchacha cantora también se convirtió en ave y voló hasta ubicarse junto a su compañero” y a partir de ese momento viven juntos, construyendo su casa especial.
15 comentarios:
Al Fin , un ave de la zona, aunque por mis pagos también le decimos casero. Les dejo una poesía de Lugones sobre este pájarito tan simpático.
EL HORNERO
La casita del hornero
tiene alcoba y tiene sala.
En la alcoba la hembra instala
justamente el nido entero.
En la sala, muy orondo,
el padre guarda la puerta,
con su camisa entreabierta
sobre su buche redondo.
Lleva siempre un poco viejo
su traje aseado y sencillo,
que, con tanto hacer ladrillo,
se la habrá puesto bermejo.
Elige como un artista
el gajo de un sauce añoso,
o en el poste rumoroso
se vuelve telegrafista.
Allá, si el barro está blando,
canta su gozo sincero.
Yo quisiera ser hornero
y hacer mi choza cantando.
Así le sale bien todo,
y así, en su honrado desvelo,
trabaja mirando al cielo
en el agua de su lodo.
Por fuera la construcción,
como una cabeza crece,
mientras, por dentro, parece
un tosco y buen corazón.
Pues como su casa es centro
de todo amor y destreza,
la saca de su cabeza
y el corazón pone adentro.
La trabaja en paja y barro,
lindamente la trabaja,
que en el barro y en la paja
es arquitecto bizarro.
La casita del hornero
tiene sala y tiene alcoba,
y aunque en ella no hay escoba,
limpia está con todo esmero.
Concluyó el hornero el horno,
y con el último toque,
le deja áspero el revoque
contra el frío y el bochorno.
Ya explora al vuelo el circuito,
ya, cobre la tierra lisa,
con tal fuerza y garbo pisa,
que parece un martillito.
La choza se orea, en tanto,
esperando a su señora,
que elegante y avizora,
llena su humildad de encanto.
Y cuando acaba, jovial,
de arreglarla a su deseo,
le pone con un gorjeo
su vajilla de cristal.
Saludos. Daniela G
Leyendo leyendas...
Cuentan que en las tribus que habitaban a orillas del río Paraguay, cuando los muchachos llegaban a cierta edad debían pasar tres pruebas. La primera consistía en correr muy rápido, mucho más que el viento veloz.
Para superar la segunda tenían que nadar de un lado al otro del río. Por último debían cumplir con un extraño ritual: quedarse acostados sin moverse, muy quietos, tan quietos que no podían ni siquiera pestañear, durante un largo tiempo. Todos los jóvenes de esa tribu se entrenaban con gran dedicación para poder pasar esa prueba. Aprobarla, significaba pasar a ser adultos.
Una vez existió un joven llamado Jahé que sorprendió a todos con su destreza. Cuando le tocó realizar la primera prueba, muy pronto dejó atrás a los demás competidores. Cuando cruzó el río, mientras los otros luchaban para que la corriente no los llevara, él juntaba piedritas de colores que encontraba en el fondo. Cuando debió permanecer acostado, el se mantuvo tan quieto, que por más que saltaban, y hacían bromas a su alrededor, él permanecía inmóvil como una piedra. Así Jahé, pasó ha ser un adulto. Lo que nadie sabía era que mientras el joven corría, en las alas del viento escuchó la voz de una mujer como el canto de un ave. Esa misma voz fue la que lo alentó mientras cruzaba el río Paraguay y la que le permitió concentrarse cuando debió permanecer quieto.
Como era costumbre en esa época, el jefe de la tribu premió a Jahé concediéndole la mano de su hija. Jahé no podía aceptar ese ofrecimiento, pues la melodía que escuchó durante la prueba lo acompañaba día y noche. Jahé se había enamorado. El jefe de la tribu comenzaba ha impacientarse por la falta de decisión del joven.horneroennido
Una mañana el muchacho elevó sus brazos al cielo pidiendo a su amada que lo ayudara a decidir. Entonces volvió a escuchar su voz. Las manos de Jahé comenzaron a moverse al compás de una suave música, hasta que tomaron el movimiento de las alas de un pájaro. Los que observaban la escena vieron con asombro cómo el cuerpo del joven comenzaba a transformarse en un pájaro y se perdía volando en el aire. El ave era de color pardo y desapareció en los bosque que bordean el Paraguay. Buscó entre los árboles a su amada pero no la encontró. Construyó una casita de barro para resguardarse de los rayos, los vientos y las lluvias. Por fin una mañana la dulce cantora se posó en su nido y desde entonces es su compañera.
En Brasil se lo llama Joao-Barreiro o forneiro y no se lo caza porque se asegura que este pájaro le enseñó a los indios a construir su morada.En Paraguay se lo suele llamar oga-raity o alonso, tiluchi en Bolivia y Furnarius rufus en el submundo científico.
El casero: Ave nacional de nuestro país, ¿qué más puedo comentar sobre un ave que se lleva elogios por doquier?, preciosa, laburadora y alegre ave que despierta en el hombre la admiración por esa Naturaleza sabia...
Guris, Juan.
CONSTRUCCIÓN DEL NIDO
http://natur-terra.blogspot.com/2006/09/el-hornero-el-pajaro-albail.html
Macho y hembra comparten las responsabilidades familiares: colaboran en la confección del nido, en el que la hembra pondrá de 3 a 6 huevos blancos, que incubarán uno tras otro. De igual forma educarán ambos a los polluelos, encaminándolos bajo una cuidadosa vigilancia al estado adulto y a la independencia.
La denominación de hornero (o albañil) se debe a que -durante la estación lluviosa- construye un nido voluminoso en forma de horno, con una abertura lateral.Las paredes de este nido están formadas por barro, mezclados con pajitas, ramas y pequeños guijarros. Una vez que endurecen, estos edificios son tan sólidos, que permanecen en buen estado, a pesar de hallarse a la intemperie, durante varios años; de esta forma, las parejas permanecen en el mismo nido, de una estación a otra.
Comienza a construir el nido en el otoño, emplea para ello barro y paja, que transporta en el pico, en esta tarea colabora la pareja y trabajan sin descanso durante todo el día, hasta terminar, y demuestran su alegría con chillidos y cantos.
Como construye el nido con barro, el trabajo se inicia después de la época de lluvias. Primero amasan el material en los alrededores. Luego construyen la base y deciden la orientación del nido. Cuando el basamento está listo comienzan a levantar la pared en semicírculo. Por fin queda cerrada la bóveda, con una puerta en forma de ojiva en uno de sus lados. Por último los horneros cierran esa ojiva en espiral, hacia adentro del nido, y de ese modo queda formada una cámara interior, que será el verdadero nido y que la pareja tapizará con plumas y hojitas. Alisan las paredes interiores con el pico o con ayuda de una pajita cuando el barro aún está fresco. En ocasiones, en casos de sequía por ejemplo, los horneros abandonan su nido sin terminar. El nido se usa una única vez. Cuando los pichones lo abandonan también lo abandonan sus padres: construirán una nueva casa para la próxima nidada.
La construcción la realizan de afuera hacia adentro. Un tabique o pared divide el interior en dos partes, en lo mas profundo, la hembra pone cuatro huevos que encuban entre los dos. Los pichones cuando están en condiciones de abandonar el nido permanecen dos o tres meses más en compañía de sus padres antes de hacer vida independiente.
Guris, Juan.
Lautaro Parodi, en su libro Leyendas indígenas de la Argentina, realiza un estudio de las diferentes culturas indígenas y, a su vez, rescata las leyendas más representativas de cada uno de estos pueblos. Al referirse a la cultura quechua, incluye la leyenda del hornero. A continuación aparece la versión de este escritor.
Cuentan que alguna vez un poderoso estanciero vivía en medio del campo. El hombre tenía una única hija y destinaba el mayor tiempo posible a cuidarla con dedicación y afecto.
La niña creció, se convirtió en una hermosa muchacha que inundaba de alegría la enorme estancia.
Ocurrió que un día, ante el deterioro de una parte de la casa, el estanciero convocó a un albañil del pueblo vecino conocido por sus habilidades. Pero el hombre estaba enfermo y envió a su hijo, a quien le había enseñado a realizar el trabajo.
Cuando el muchacho llegó a la casa, ansioso de comenzar cuanto antes, pidió al dueño que le mostrara el lugar del problema.
El joven se dedicaba con ahínco a su tarea, hasta que una mañana se encontró con la bella hija del estanciero. Y sucedió lo inevitable: se miraron y un soplo de amor los envolvió.
Los jóvenes, en un comienzo, trataron de disimular sus sentimientos, pero eran tan intensos que empezaron a ser evidentes. Cuando el padre de ella se enteró de la situación, se enfureció y le prohibió que volviera a ver al muchacho.
La pareja, haciendo oídos sordos a las severas advertencias del viejo estanciero, continuó su romance.
Entonces, el padre, al no ser obedecido se encegueció de odio y celos. Una tenebrosa noche sorprendió solo al desprevenido muchacho, lo golpeó con fuerza en la cabeza, lo arrastró hasta un lugar apartado del campo donde lo esperaban sus serviles peones. Lo tiraron al suelo, lo envolvieron con cuero mojado y lo ataron firmemente a cuatro estacas. Y allí quedó a la espera de la muerte. El plan consistía en aguardar a que el cuero encogiera al calor del sol comprimiendo el cuerpo del pobre enamorado hasta que sus huesos se quebraran. Así quedó estaqueado durante siete días.
Cuando el estanciero volvió con sus hombres a comprobar el resultado de su crueldad vio sorprendido que el cuero todavía estaba atado, aunque no parecía haber ningún cuerpo en su interior. El desalmado tomó su cuchillo y deslizó el envoltorio. Como por arte de magia, apareció entre los tientos un gracioso pájaro de color marrón rojizo: el hornero.
Desde entonces, este pajarito es conocido como un excelente albañil que construye su pintoresca casita con barro y ramas. (Parodi, Lautaro. Leyendas indígenas de la Argentina. Ediciones Libertador. Buenos Aires. 2005)
Es importante resaltar que en esta leyenda se aprecian los motivos por los cuales los horneros trabajan con esmero en la construcción de sus casas.
Valeria Vaccari.
Transcribo un fragmento del libro Entrerrianías de Mario Alarcón Muñiz: "Es el hornero o casero el ave más apreciada y respetada por su laboriosidad. Los guaraníes creían en su origen mágico (...) Refiere [la leyenda] que el joven Ha' ebé (que quiere decir inteligente, astuto), conoció a Yporá (agua bella), con quien deseaba casarse. En la tradicional fiesta anual de las presentaciones, los jóvenes competían para elegir la muchacha más hermosa y esa vez Ha'ebé ganó todas las pruebas. Estaba a punto de conseguir la mano de Yporá, pero le faltaba el último y más difícil esfuerzo: un ayuno de nueve días, envuelto en un cuero cosido.
Cuando venció el plazo y fueron a desatarlo, en el cuero sólo hallaron un ave de color ladrillo que voló hasta posarse en un curupí cercano y cantar su amor por Yporá. De inmediato ésta se convirtió en un pajarillo similar que se unió al primero para comenzar a construir su nido. Ha'ebé e Yporá formaron la primera pareja de horneros, llamados 'ogaraitï' por los guaraníes."
Hasta la próxima... Silvana F.
En 1922 se publicó esta bella poesía, cuyo verso III copio. La composición se inspiró en el hornero Furnarius rufus, que por esos años no era nuestra ave nacional . Fue escrita por Juan Burghi. (1899-1985) especialente para la revista “El Hornero” órgano de difusión de la Asociación Ornitológica Del Plata.
III Su obra
A ese obrero-poeta del espacio.
quién le enseñó tan sabia geometría,
las leyes de equilibrio y de armonía
para labrar su espeléndido palacio?…
Sólo su instinto le sirvió de guía;
y entre el follaje de verdor topacio
lo encargó tan seguro que, al rehacio
vendaval, su firmeza desafía.
Cada aporte que hace para el nido,
como gozoso del deber cumplido
en su timbal de plata da el hornero …
Y armonizando el canto con la obra,
en alegrías sus fatigas cobra:
trabajador y artista verdadero."
Gracias a todos por enriquecer el seminario con sus aportes, saludos!
Belén Zavallo
Más info...
El ave Nacional Argentina El Hornero Furnarius rufus
Nido de Hornero en un árbol de Timbó Colorado. Foto: M. Cristina Setrini.
Ave muy común de color castaño parduzco, garganta blancuzca y cola rufa. Tiene amplia distribución. Habita tanto en llanuras arboladas como en áreas rurales o parques y jardines cerca del Hombre. Fue elegida ave de la patria, a através de una encuesta realizada por el diario La Razón y la Asociación Ornitológica del Plata, entre abril y junio del año 1928.
Construye un nido de barro característico de forma globular con entrada lateral del tamaño de una pelota de fútbol, en el interior las aves construyen un tabique o pared divisoria por la cual se entra a la cámara de postura propiamente dicha. De auerdo a la disponibilidad de los materiales el ave tarda entre seis y ocho días en contsruirlo. Se han hecho suficientes estudios respecto a la ubicación del nido encontrándose quizás que el ave oriente la entrada del mismo a resguardo de los vientos fuertes de cada región en particular.
Folklore: se dice que a los horneros no hay que matarlos, y que su nido construído cerca del Hombre trae buenos augurios. Además un dicho popular recuerda que donde el hornero construye su nido no caen rayos ni centellas.
Datos del autor:
Juan Burghi nació en 1899 en Montevideo, Uruguay, en el "Rincón del Cerro".
El poeta cerrense habló alguna vez de su lugar natal como del sitio "de los variados panoramas geográficos".
Se radicó en Argentina desde 1907, e hizo de esta su tierra, donde cultivó amistades como la de Leopoldo Lugones, y allí vivió y fundó su hogar.
En Argentina nacieron sus hijos, y aquí desarrolló su tarea literaria, con amor a la naturaleza regional, a lo telúrico, en especial dirigidos a niños y adolescentes.
En 1970 recibió el "Laurel de Plata" como poeta, galardón que asignaba el Rótary Club de Buenos Aires a aquellas personalidades que por sus méritos humanos y los logros obtenidos en sus empeños científicos, artísticos, técnicos, culturales, pudieran ser señalados públicamente.
Escribió alrededor de veinte libros entre los que se pueden citar:
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Zoología Lírica
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Motivos de Pájaros
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Pájaros nuestros
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El paisaje y su voz
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Madre-Tierra (1921)
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Luz en la Sierra (1936)
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Oro de Otoño (Poesías)
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Motivos de Árboles
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Aves Nuestras
Hasta la próxima, Belén Zavallo
Parece que hay varias versiones de leyendas sobre esta graciosa ave que siempre visita mi patio.
LEYENDA DEL HORNERO
Frente a la entrada de su choza el indio transformaba el barro en hermosas vasijas y pulidos platos. No en vano era el mejor alfarero de su pueblo.
Su alegría era grande, al día siguiente iba a casarse con la joven más hermosa de la tribu, también alfarera.
Esa noche, como todas las noches previas a un matrimonio, se reunieron en consejo las familias de los novios con el cacique y el hechicero para la ceremonia de presagios.
El hechicero bailó, como siempre lo hacía, cantó… como siempre lo hacía y luego… arrojó al fuego un puñado de bayas como siempre. Y fue entonces… cuando sucedió lo que nunca ocurría… el fuego se apagó, un viento muy fuerte tiñó con cenizas a los concurrentes y cuando todos miraban horrorizados lo ocurrido, el hechicero presagió grandes desgracias derivadas de aquel matrimonio.
Bajo tal influencia el cacique prohibió su realización.
Los enamorados convinieron fugarse a la selva donde establecerían su hogar.
A la noche siguiente huyeron, pero los indios los persiguieron lanzando flechas con agudas y envenenadas puntas. Cuenta la vieja leyenda que cuando los jóvenes caían mortalmente heridos, un revuelo de plumas y trinos surgió en el lugar. Cuenta la vieja leyenda que ambos se transformaron en esas hermosas y simpáticas avecillas que empleando su habilidad para modelar hacen, cantando, su nido de barro.
Cuenta esa vieja leyenda que así nació el hornero, pájaro laborioso de los campos argentinos.
http://www.7calderosmagicos.com.ar/Druida/Leyendas/Americanas/elhornero.htm
Saludos y mucho entusiasmo.
Encontré esta variante cordobesa:
Leyenda del Hornero
Amanece en el norte cordobés.
En este paisaje donde todo es auténtico y natural tenía su asentamiento una tribu de indios laboriosos, pacíficos, mezcla de sanavirones y diaguitas.
Allí vivía un indio anciano acompañado solamente por su nieto Jahé, un muchacho fuerte y trabajador.
Su abuelo le había enseñado el oficio de albañil y él, solidario con las otras familias de la tribu, les ayudaba a construir sus pobres casas reemplazando los toldos de ramas y cueros.
Una tarde, cansado de la dura jornada del día, se acostó a la sombra de un árbol cercano al arroyo, cuando vio que una muchacha muy hermosa caminaba apresurada por el sendero.
El joven quiso seguirla pero ella no le dio tiempo y se perdió en la espesura del bosquecillo de jarillas, retamas y espinillos…
Pero sí tuvo tiempo para mirarlo y sus ojos se encontraron.
Ambos supieron que había nacido entre ellos el amor a «primera vista».
Jahé contó a su abuelo el fugaz encuentro.
-Ten cuidado. No mires tan alto. Ella es la hija de nuestro cacique. No será fácil llegar a esa muchacha y conquistar su amor.
Buen razonamiento del abuelo. Yunka, la india, tenía muchos pretendientes y un padre muy severo que aspiraba para su hija un esposo de mayor jerarquía.
Pero Jahé no se desanimó, se propuso hacer lo que fuera necesario para conquistar a la jovencita.
Fue así como, cuando el cacique llamó a los hombres jóvenes de la tribu para someterlos a una difícil prueba, él estuvo entre los primeros.
La prueba era dura. Los aspirantes a la mano de Yunka debían ser envueltos en la piel fresca de una vaca y dejados al sol.
Al irse secando el cuero se encogería, apretando y estrechándolos con gran dolor.
El que resistiera más tiempo, o sea el más duro y fuerte, se convertiría en el esposo de su hija.
El día señalado, ocho pretendientes fueron envueltos y dejados en el campo al aire y al sol.
Uno a uno los indios que no soportaban el tormento fueron abandonando.
Pasados unos días sólo fueron quedando dos; Jahé y Aguará.
Cuando este último pidió que lo liberaran de la terrible prisión, la gente de la tribu vino a sacarlo y lo acompañó hasta su rancho.
Cuando regresaron para declarar vencedor a Jahé vieron asombrados que, de la enrollada piel salió una avecilla que voló y se asentó en un árbol cercano.
El fuerte y valeroso albañil se había convertido en un pájaro que con un silbo muy agudo saludaba a su libertad.
Continuación del texto anterior:
Yunka quedó desilusionada y muy triste. Se encerró su rancho y se negó a salir. Pero un día, ante el asombro de sus padres y vecinos, también levantó vuelo y fue a reunirse con su amado que la esperaba en el bosque.
El bueno de Tupá, dios de los indios, se había apiadado de ella y la convirtió en la compañera de Jahé.
Como señal de buen augurio aquella noche cayó una lluvia mansa que lavó el campo, los árboles y las penas…
Y a la mañana siguiente, todos vieron cómo la pareja de avecillas amasaba con sus patitas el barro de una charca y lo mezclaba con trocitos de paja.
Allá en lo alto, en la horqueta del algarrobo del rancho de su abuelo, el pájaro comenzó a construir su nido con el barro que le alcanzaba en el pico su hermosa compañera.
Mientras cantaban su canción de amor que posiblemente traducida a nuestro idioma diría:
Nuestro nido no será de plumas
Son livianas, volarán.. .
Mejor lo hagamos de barro
Bien seguro y abrigado
En donde nuestros hijitos,
sin peligro crecerán
Y será nuestra casita
Nido de felicidad…
<<Y como la casita que construyeron tenía la forma de un horno para cocer pan, a esas avecillas que según los estudiosos pertenecen a la familia Furnarildae comenzaron a llamarlos horneros».*
El nido tiene dos compartimentos y está muy bien orientado para que ni la lluvia, el calor, la furia del viento o ningún intruso molesten a Yunka, cuando ponga sus cinco huevos y se eche a empollar.
* Leopoldo Lugones: Fábulas Nativas. Ed. Kapeluz 1924.
Extraída de Leyendas cordobesas, argentinas y latinoamericanas. María Amalia Maza de Miranda. Ediciones del Boulevard. 2005.
http://www.dayanabarrionuevo.com/leyendas-el-hornero-version-i/
Estimados bloggeros: encontré una variante, en este caso, guaraní:
un joven indio guaraní, bravo cazador que habitaba en el bosque y estaba enamorado de una bella india, de dulcísima voz. La bella muchahca era la hija del cacique, y la tribu a la que pertenecía exigía que el que la pretendiera debería superar una serie de actos de arrojo, fijados de antemano y que demandaban virilidad y valentía.
Dichos actos consistían en vencer dos carreras, una pedestre y otra de natación, luego, tendría que permanecer inmóvil, durante nueve días, dentro de un cuero cosido, alimentado solamente con líquidos.
El valeroso indio venció a todos los aspirantes y cumplió la segunda parte de la prueba. Pero, cuando fueron a liberarlo, después de los nueve días establecidos, sólo encontraron un ave pequeña, de plumaje color ladrillo: el casero.
El pájaro levantó vuelo, se posó en un curupí y entonó su primer trino alborozado.
La hija del cacique, respondiendo al llamado del compañero, se transformó también en ave y voló hacia él para formar la yunta inseparable de caseros. Desde entonces miran hacia el cielo y elevan trinos en acción de gracias.
Alejandra Zubiría.-
Excelentes aportes. Gracias por todo. Saludos.
Román Scattini
Uy, llegué tarde y me quedé sin página para copiar y pegar...
Bueno, voy a recurrir a mis lecturas:
En el libro cuarto de "Las Metamorfosis" de Pluvio Ovidio Nasón, hay un diálogo entre dos aves, una al servicio de Apolo, otra al de Palas. En el mismo, la que está al servicio de Atenea, dice lo siguiente:
"Todo el mundo sabe que yo fui hija de Coronao, rey en la Fócida; que fui requerida en matrimonio por los más poderosos príncipes; pero... mi hermosura causó mi mal. Paseando un día por la rivera del mar, con paso lento y compostura serena, Neptuno me vio y quedó prendado de mí. Fueron inútiles sus galanterías y sus proposiciones. Entonces resolvió poseerme por la fuerza. Yo intenté huir... Se apoderó de mí... Me abrazó... Grité pidiendo auxilio a hombres y dioses. Ninguno acudió. Felizmente, una mujer, una diosa, virgen como yo, decidió socorrerme. Era Minerva. Al elevar yo mis brazos al cielo se cubrieron de plumas. Me asusté. Quise acariciarme mis pechos (sic)... ¡y no toqué más que plumas! Volé... Volé... Me alejé de la Tierra. Minerva me tomó a su servicio..."
Pluvio Ovidio Nasón: Las Metamorosis. Edicomunicación S.A. 1995. Página 44 y 45.
Por si no les interesa leerlo, el ave predilecta de Apolo era el cuervo; el ave al que Minerva da origen en este mito, la corneja.
En este caso, es el auxilio de la diosa el que convierte en ave a la damnificada.
Religión y magia se entrelazan en la cultura griega y la nativa latinoamericana para dar una explicación a la diversidad de especies y sus características, como por ejemplo, el hornero y su nido.
¿Podría Stephen Hawking explicar por qué nuestro hornero hace su nido de barro, o la calandria trina con tal gracia, o los patos vuelan formando una V? No la explicación física, empírica, sino la causal.
Recurramos entonces a nuestros mitos y leyendas.
Franco Fontanini
La información que iba a compartir, ya estaba. Un abrazo, qué lindo grupo este año!
Pajarito criollo si los hay... Se ocupa de decorar nuestro paisaje urbano con sus sólidos niditos, aun en los sitios más insólitos...
Graciela Terzaghi
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